martes, 4 de febrero de 2014

El nuevo PP


 En las últimas semanas hemos asistido a una serie de hechos que han provocado un vuelco en la estructura del PP. Este gobierno, que comenzó gracias a la ilusión de más de 11 millones de votantes, se ha ido desinflando como un globo de cumpleaños. Será por sus políticas “antiantiterroristas” (sí, no es un error de escritura), por su servilismo merkeliano, por sus nefastas leyes de creación de empleo o por su cambio progresivo de ideología, pero cada día hay una menor confianza de los ciudadanos en su competencia para librarnos de este lastre de la crisis.
 
 
 Pero a pesar de todo esto, el partido podría haber pasado unas elecciones sin perder demasiado electorado si no fuera por una cosa: la pérdida de la esencia del partido.

 Si algo se escucha en los votantes (o ex-votantes) del PP hoy en día, es el descontento con los valores del partido. Aquellos valores en los que se fijaba la derecha española, los valores que unían a todo su electorado, ya fuese más de centro o más de derecha. Ese es el auténtico lastre del PP, lo que ha hecho que tanta gente (y cada día más) se plantee cambiar su voto, rompiendo incluso las barreras ideológicas que caracterizan al núcleo duro de los grandes partidos.

 Pero si a todo esto le sumamos la pérdida de algunos de sus, no sé si mejores políticos, pero desde luego sí de los más honrados afiliados, tenemos como resultado la pérdida de la poca credibilidad que pudiera quedar en ellos
Desde la retirada de la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, pasando por la dimisión de Santiago Abascal y terminando con la negativa de presentación a las europeas de una fuerza viva del partido como es Mayor Oreja, podemos decir que el PP ha conseguido cansar no solo al votante, sino también al más acérrimo afiliado (aunque siga defendiendo a ultranza sus ideas doctrinales).

 La retirada de Esperanza Aguirre, dio una sensación de vacío de poder y de falta de legitimidad en la Comunidad de Madrid, al igual que la dio la de Gallardón en el Ayuntamiento. El nombramiento de sus sucesores fue totalmente falto, no de legitimidad, pero sí de moralidad política.
Después de esto, vino la dimisión de Santiago Abascal y la renuncia de Mayor Oreja a la presentación en las listas europeas. Este último, es el ejemplo perfecto de la pérdida de la esencia del partido, ya que ha sido despreciado y retirado poco a poco de la cabeza del partido.

 Y para dar el golpe maestro, por fin ha llegado el momento en el que aparece lo que España llevaba reclamando años (o eso espero): un partido de derechas que realmente sabe a lo que juega, no que un día es conservador, al otro liberal y al siguiente pacta con nacionalistas.
Si ya UPyD y Movimiento Ciudadano iban a provocarles un gran daño, no consigo imaginar el daño que les va a hacer esta nueva formación. Como estaréis imaginando, me refiero a VOX.
Es posible que haya depositado demasiadas esperanzas en este partido. Lo sé, los inicios de cualquier formación política son siempre esperanzadores, pero tengo un buen presentimiento.

 Aún no tengo mi voto claro, pero lo que tengo claro al 100% es que no pienso votar al Partido Popular mientras no sepan el rumbo que llevan y, que gracias a no ser afiliado, conservo intacta mi libertad de opinión para escribir este artículo.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Sistema político español.


¿Es nuestro sistema político verdaderamente democrático? ¿Qué cosas se deberían cambiar para perfeccionarlo? Estas son dos de las preguntas que se me ocurren para comenzar respondiendo.

 Desde sus inicios, el sistema político español se ha basado en cuestiones provisionales. Esta provisionalidad, bien es cierto, es la que ha conseguido que el sistema se estabilice, ya que en la transición fue necesario el consenso para poder legitimar poco a poco el sistema. El problema es, que una vez estabilizado el sistema y finalizada la transición, esas cuestiones provisionales se han quedado tal y como se pensaron en un principio para ese período transicional.
El problema de esta provisionalidad, se une a la visión a corto plazo de la clase política, la cual solo mira desde que llega al poder hasta las siguientes elecciones. Estos problemas han creado en la ciudadanía una incredulidad y una decadencia cada día mayor de la legitimidad de los gobiernos.

 Muchas personas creen que la democracia significa simplemente elecciones libres y periódicas. Estas personas están equivocadas, ya que eso puede ser una democracia en el sentido más estricto de la palabra: una democracia de mínimos, como diría Robert Dahl.
Pero la democracia, en su más amplio significado, es algo más. Significa igualdad, proporcionalidad, libertad individual y muchos otros valores. Y para que la democracia de mínimos se convierta en una democracia de calidad, es necesario poner unos límites claros al ejercicio de poder, estableciendo unos mecanismos que eviten los abusos de poder y que limiten las desigualdades entre la clase política y el ciudadano.
Como ya he dicho antes, estos límites deben ser estrictos, sobre todo, en determinados temas. Los temas básicos en los que falla el sistema político español (la mayoría de ellos elementales en cualquier definición de democracia) son: el sistema electoral y la representación política, la separación de poderes, la democracia interna de los partidos, la libertad de información (prensa independiente), una constitución eficaz y una organización territorial eficiente.

 Pues bien, debo decir, que el sistema político español no satisface completamente ninguno de estos puntos (algunos de ellos de forma nefasta).

 Para empezar, el sistema electoral no favorece en absoluto la representación directa. Los ciudadanos votan a partidos con listas cerradas en vez de votar a personas. Pero esto no es lo peor; lo peor es que los representantes que se eligen en los partidos no son los que más valen ni los que más se han ganado llegar a serlo, sino que, la mayoría de las veces, los que acaban llenando las listas son personas sin formación ni experiencia anterior, que están ahí simplemente porque se les debía un favor o porque “ya le tocaba serlo”.
Sin embargo, limitar esta elección de líderes al azar sería poner límites a la democracia, lo cual resulta una verdadera paradoja, ya que para perfeccionar la democracia, tendríamos que poner límites a la misma.
Pero además de elegir a los representantes, la dirección de los partidos impone unas normas de conducta a sus diputados, senadores, concejales y demás representantes políticos (lo que comúnmente se llama disciplina de voto), lo cual atenta completamente contra los ideales democráticos, destruyendo así cualquier viso de libertad individual dentro de los partidos políticos. Podríamos decir también que esto es un límite a la democracia de los que hemos hablado antes.

 Pero este no es el único problema del sistema electoral. El otro problema viene dado por la complejidad territorial de nuestro país. Esta complejidad territorial, además de crear numerosas duplicaciones de servicios (y por lo tanto de funcionarios y de gasto público), provoca que el sistema electoral no sea todo lo proporcional que debería ser.
La falta de proporcionalidad provoca que partidos con menos votos pero muy concentrados, acaben obteniendo un mayor número de escaños que otros partidos con un mayor número de votos más dispersos. Por poner un ejemplo, en las elecciones de 2011, UPyD (partido con voto disperso por todo el país) fue votado por 1.143.225 personas. CiU (partido con votantes únicamente en Cataluña) fue votado por 1.015.691 personas. Sin embargo, UPyD obtuvo 5 escaños y CiU obtuvo 16. ¿Cómo es esto posible en un sistema que debería presumirse proporcional e igualitario?

 Pero continuemos con la división de poderes. Al igual que en la elección de los representantes de los partidos políticos no es el ciudadano el que los elige, tampoco es el ciudadano el que elige a los altos cargos del poder judicial. Es el parlamento el que elige a los principales magistrados del Tribunal Constitucional, del Consejo General del Poder Judicial y de muchos otros órganos judiciales, rompiendo así la tan reclamada y democrática división de poderes y, una vez más, provocando una deslegitimación. Esta vez en la justicia, en la cual, dicho sea de paso, ya no cree absolutamente nadie.
El poder legislativo tampoco es independiente del ejecutivo. Para variar, las decisiones las toman los partidos y no los representantes individuales (recordemos la disciplina de voto). Esto es así porque trasladar las propuestas al parlamento es un mero trámite. Al gobernar, tienen mayoría, con lo que ya tienen prácticamente la cantidad necesaria de votos para llevar adelante esa propuesta. Si esa mayoría no es absoluta, forman coaliciones para conseguirla mediante generosas cesiones de poder a partidos minoritarios y partidos nacionalistas como CiU, ERC, PNV, etc.

 Alguna persona pensará que esto no debería estar permitido y que seguro que en la Constitución hay algo que lo prohíba. Pues esa persona se equivoca de nuevo.
El problema es que tenemos una constitución rígida, que necesita poner patas arriba medio país para reformarla (lo cual se pone de manifiesto al ver que solo ha habido dos reformas en más de 30 años). Ningún partido se atreve a meterse en una reforma constitucional (tampoco les interesa a los que tienen poder para realizarla), sobre todo si tiene que ver con leyes orgánicas como la modificación del sistema electoral.
Por lo tanto, los ciudadanos tenemos una Constitución ineficaz y no tenemos el poder de cambiarla.

 Y para terminar, el último problema grave del sistema político español (hay muchos más, pero estos son los principales) es la falta de una independencia de la información.
Los medios de comunicación, ya sean periódicos, radios, televisiones, etc., están aliados con determinados partidos políticos. No voy a poner ejemplos evidentes, pero voy a ilustrarlo con un caso: por regla general, si sabes que un ciudadano lee un periódico u otro, ve un canal de televisión u otro o escucha un dial de radio u otro, probablemente sepas el partido al que vota o, por lo menos, la ideología tiene.

 Todo esto no debería ser así, pero por desgracia, son problemas tan enormes que hacen cuestionarse si España es verdaderamente una democracia. Si le preguntásemos a un teórico experto en democracia, probablemente diría que cumple las características mínimas, pero que no es una democracia de calidad.
Pero como ya he dicho, no son problemas que no se puedan solucionar. Lo difícil es encontrar a gente con la voluntad suficiente para hacerlo.
A mi cada día me cuesta más creerlo, pero aún no he perdido la esperanza de ver una España con un régimen electoral proporcional, una representación directa (o por lo menos más directa), una división de poderes real, una Constitución eficaz, una prensa independiente y, en definitiva, un sistema político realmente democrático.

Ignacio Gutiérrez Gómez-Acebo

martes, 4 de septiembre de 2012

Nación, patria y nacionalismo.


Este es un tema complejo y de especial actualidad en la España del momento, en donde los nacionalismos han logrado una gran influencia en el Congreso de los Diputados y son los primeros en ofrecerse para los pactos con partidos mayoritarios (con grandes desventajas para éstos últimos y grandes ventajas para los primeros).
Principalmente voy a centrarme en tres términos: nación, patria y nacionalismo.

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define nación como un conjunto de habitantes de un mismo origen, idioma y tradición de un país y sus territorios, regido por un mismo gobierno. A esta definición, se le suele añadir el componente subjetivo o sentimental (a veces es el único que se menciona), que hace referencia a la consciencia de pertenecer a esa nación. Personalmente, creo que el concepto de nación hace referencia, más bien, a un concepto político que a un concepto sentimental o subjetivo. Según esta definición subjetiva o sentimentalista, Cataluña sería una nación, Galicia sería una nación, Andalucía sería una nación, e incluso Murcia podría ser una nación, lo cual es totalmente surrealista.
Por esto, precisamente, no creo que la nación sea solo un sentimiento ni unos rasgos comunes, sino que es, más bien, una unidad territorial y política, en la cual pueden convivir diferentes culturas, tradiciones o idiomas pero la cual tiene una cultura, tradición e idioma predominante y característico de la misma. Esta definición sería, quizá, más adecuada para la situación de la nación española, en la cual conviven diferentes tradiciones e idiomas, pero hay un idioma oficial para todo el conjunto y también hay tradiciones compartidas por todo el conjunto de la nación.

El caso de España es especialmente peculiar, ya que el sistema descentralizado ha ayudado a estos nacionalismos a florecer en un gran número de comunidades autónomas. Así, aunque las que más ruido hagan sean Cataluña y País Vasco, podríamos decir que existen brotes nacionalistas (o regionalistas, más bien) en provincias como Galicia, o incluso en Andalucía.

Otro término que también está caracterizado por su elevado nivel de subjetividad es el de patria.    La Real Academia de la Lengua Española define este término como tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos. Es decir, la patria no es el lugar donde se nace, sino que la patria es de donde una persona siente que forma parte, el lugar en donde una persona se encuentra a gusto.
Pero además de todo esto, la patria es el elemento simbólico de una nación, es el sentimiento de los ciudadanos hacia ella, el pegamento que une los territorios de una nación. Es un sentimiento de unidad, defensivo en cuanto a que, una nación unida bajo el sentimiento patriótico, es históricamente más fuerte que una nación dividida o defendida por mercenarios. Como bien decía Maquiavelo, cada estado-nación debe tener su propio ejército, y no contratarlo, porque al final, los mercenarios huyen, mientras que el ejército propio defiende su patria y sus ideales hasta la muerte. Además, los mercenarios son fácilmente manipulables por fuerzas ajenas, lo que puede conllevar la caída de un monarca y la pérdida absoluta, de forma repentina, de un poder que se solía considerar ilimitado   (Del arte de la guerra – N. Maquiavelo).

 Finalmente, el nacionalismo, según la Real Academia de la Lengua Española, tiene tres acepciones.
-         La primera de ellas es el apego de los naturales de una nación a ella y a cuanto le pertenece. En este caso, es necesario tener claro el término nación y saber cual es la nación. Para algunos nacionalistas catalanes, su nación es Cataluña, mientras que para los no nacionalistas, su nación es España.

-        La segunda de ellas dice así: ideología que atribuye entidad propia y diferenciada a un territorio y a sus ciudadanos, y en la que se fundan aspiraciones políticas muy diversas. Esta es la definición, junto con la siguiente, a mi parecer, que define a los nacionalistas en España.

 -         La tercera de ellas es la aspiración o tendencia de un pueblo o raza a tener una cierta independencia en sus órganos rectores. Esta tercera, como he dicho antes, es para mí la que más se ajusta a mi percepción de nacionalismo, porque en mi opinión, el nacionalismo es un intento de ser algo más que un territorio integrado en una nación. Es un intento de ser una nación propia y autosuficiente, aunque en muchos casos, las condiciones que proponen algunos nacionalismos no van dirigidas, de ninguna manera, a este ideal autosuficiente, sino que lo que pretenden es, como se dice comúnmente en España, seguir “chupando del bote” estatal y beneficiarse de las relaciones económicas establecidas por este país con anterioridad a la independencia de esta supuesta nación de la que hablamos.

 
El término nacionalismo en sí mismo, es ya una paradoja, porque el nacionalismo es un movimiento “antinacionalista”. Me explico. Un nacionalista es alguien que rechaza a su nación y que quiere formar una nueva. O eso, o bien que ya se siente parte de otra nación.
Los nacionalismos han cobrado un gran poder en la actualidad, cosa que para mí es tremendamente vergonzosa, ya que en una nación, no puede ostentar el poder (por muy pequeño que sea) un nacionalista/regionalista al ser una ofensa para el resto de ciudadanos que sí se sienten parte de esa nación.

 Dentro de la sociología tradicional podemos encontrar varias visiones acerca de los nacionalismos:
-         La primera de ellas mantiene que el nacionalismo es un “fenómeno cultural”. En esta teoría, el nacionalismo surge de una necesidad que encuentra el ser humano de poseer una cultura unitaria y unificadora. En mi opinión, los nacionalistas ya forman parte de una cultura unificadora, el problema está en que no lo aceptan.

-         En segundo lugar, también se ha relacionado el surgimiento del nacionalismo con el desarrollo de las tecnologías. Esta teoría mantiene que la invención de la imprenta cambio la forma de comunicación entre los seres humanos, es decir, que pasó de ser oral y colectiva a ser por escrito y más neutra, lo cual propiciaba el individualismo que, a su vez, propició la aparición del Estado moderno y de los nacionalismos. El problema de este individualismo, es que no solo se produce en la persona, sino que se traspasa a la nación, que reclama los derechos que autodeterminación y de autosuficiencia.

-         En tercer lugar, se mantiene que el nacionalismo es una comunidad imaginaria, una relación de los individuos con un conjunto de símbolos que crean los individuos de una determinada ideología política para lograr mayores apoyos. Por poner un ejemplo y, siguiendo con el guion marcado, me referiré en esta teoría al nacionalismo catalán, en el cual creo que una de las razones de su surgimiento es, precisamente, una razón política. Tal y como dice esta teoría, determinados partidos y determinadas ideologías se apropian algunos símbolos para convertirlos en un reclamo político del descontento ciudadano con el Estado para convertirlo en un odio visceral hacia esa nación a la que pertenecen.

-         Otra teoría sería la de que el nacionalismo es una respuesta a la integración de los diferentes pueblos del mundo. Surge como un rechazo a la red globalizadora e integradora de los pueblos del mundo. La defensa que utilizan estos nacionalismos es el distanciamiento del resto del mundo mediante la utilización de una lengua diferente, unas tradiciones diferentes...

-         Por último, nos encontramos con la teoría marxista clásica, la cual afirma que el nacionalismo es una creación de la burguesía en un intento para dividir a la clase obrera. En mi opinión, esta teoría no tiene mucho sentido.

 
La clave del éxito de los nacionalismos, desde mi punto de vista, es que comienzan siendo una minoría que poco a poco va desplazando a la mayoría. Por eso son tan difíciles de parar, porque consiguen que la mayoría se desplace a otros lugares o que acaben pensando igual que ellos mediante la apropiación de los medios de comunicación, en donde plasman sus ideas y sus opiniones (en una gran parte de los casos son falsas e infundadas) sobre el resto de la nación, haciendo así que prolifere el sentimiento nacionalista y lleve hacia un sentimiento de autosuficiencia e independencia de la “nación opresora”. De lo que no se dan cuenta muchas veces, es de que, sin ayuda de esa nación de la que forman parte, probablemente no serían ni la mitad de importantes de lo que son siendo parte de ella.
Mi consejo para las personas que se sientan nacionalistas es que miren más allá de sus fronteras y vean que, mientras el resto del mundo se une y crea un mercado común, una economía común, unas relaciones internacionales y tantas otras uniones beneficiosas, ellos se intentan evadir del mundo, perjudicando así a la población que dirigen y haciendo que, a largo plazo, esa nación de la que sienten que forman parte vaya retrocediendo y perdiendo el progreso logrado hasta ese momento.

jueves, 8 de marzo de 2012

Cuando la sociedad civil se unió a la militar. La heroicidad de una mujer.



En honor a este día (el cual, por cierto, me parece una estupidez), hoy voy a hablar de una valiente mujer que supo dar ejemplo a toda una comunidad y defender su pueblo. Esta mujer es María Mayor Fernández de la Cámara y Pita. Más conocida como María Pita...

Tras el desastre de Inglaterra (la de la famosa “Armada invencible”) la marina española quedo algo mermada, pero el duque de Medina-Sidonia fue refugiando las naves que quedaron en los puertos de Santander y San Sebastián, esperando ocasiones más propicias para el ataque.

Pero los ingleses no se conformaban con mermar la marina española, sino que querían acabar del todo con ella tras el intento de invasión española que llevó a las tropas del duque Alejandro de Farnesio a tierra inglesa y a los navios nacionales a merodear la costa. Por ello, la Reina Isabel I ordenó la destrucción del resto de la armada española para evitar futuros peligros.

Para esta operación se prepararon más de 130 buques, entre ellos el de Drake. Dentro de ellos viajaban 17000 soldados, 4000 marineros y 1500 mercenarios (unos 22000 hombres) dispuestos a destruir todo lo que oliera a español a su paso.
Sin embargo, a la flota británica le llegó la noticia de que un galeón lleno de oro había llegado a La Coruña. Esta noticia hizo que buena parte de la flota se desviara hacia La Coruña. Otra parte, además, se desplazó a Lisboa para ayudar a los portugueses en su intento de independencia de Felipe II y dejando así libres de peligro a Santander y San Sebastián. El 4 de mayo de 1589 llegaron los británicos a La Coruña.

La defensa de La Coruña estaba compuesta tan solo por unos 1500 soldados, eso sí, con una buena muralla exterior. A pesar de la muralla, los barcos ingleses consiguieron entrar en la ría esquivando los cañonazos. Los soldados defensores se atrincheraron en el barrio alto, dejando el barrio bajo a merced de los ingleses. Los coruñeses se preparaban para el asedio...

Los 12000 soldados británicos que llegaron a La Coruña comenzaron el asedio colocando minas en las murallas. Las murallas, poco a poco, fueron agrietandose y, como consecuencia de ello, los soldados lograron atravesarlas creando luchas sangrientas cuerpo a cuerpo. Los defensores iban muriendo poco a poco ante el empuje británico. Pero cuando parecía que todo estaba perdido, un alférez británico disparó al marido de María, haciendo que esta se rebelase y disparase al alférez. Tras esto, animó a las mujeres y a toda la sociedad civil en general a levantarse en armas, causando cientos de bajas a los británicos, los cuales optaron por la retirada tras la inminente llegada de refuerzos españoles.

Finalmente, los ingleses, derrotados y muy diezmados, volvieron ante su reina Isabel I con la cabeza gacha.

La Coruña había sido salvada por su propio pueblo del envite de 12000 soldados británicos. Militares y civiles, hombres y mujeres se unieron en pos de la libertad y consiguieron lo imposible gracias, entre otras, a María Pita.


Después de está historia me gustaría terminar diciendo que, que yo sepa, la mujer que es trabajadora, no lo es un solo día al año. Por eso me parece una tontería este dia.


Ignacio Gutiérrez Gómez-Acebo


sábado, 4 de febrero de 2012

Falta de credibilidad de la cultura hispánica en el exterior.

Vagos, orgullosos, ignorantes, fiesteros, chulos… Estas son algunas de las “cualidades”, en el peor sentido de la palabra, que nos dedican desde el exterior a los españoles.
La falta de escrúpulos que tienen algunas personas al utilizar estos epítetos descaradamente y sin ningún tipo de fundamento comienza, desde mi punto de vista, en el momento en que España vive un momento de auge en su imperio, es decir, desde finales del siglo XV hasta finales del XVI.
En ese momento, España estaba inmersa en conflictos con medio mundo. “El gran capitán”, Gonzalo Fernández de Córdoba, luchaba valientemente en la península Itálica, el duque de Alba reprimía los conflictos en los Países Bajos, se luchaba contra los piratas turcos en el mediterráneo (dejando victorias gloriosas como la de la batalla de Lepanto) y, la Gran Armada (irónicamente llamada Armada Invencible por los ingleses) acudía al ataque de Inglaterra en venganza por la ejecución de la reina católica María Estuardo en Escocia.
En esos momentos en los que ni potencias como Francia o Inglaterra eran capaces de hacer frente al empuje del Imperio español, se comenzó a fraguar la leyenda negra que hizo que fuésemos menospreciados en aquella época y que ha continuado hiriendo nuestra cultura y ensalzando la anglosajona hasta la actualidad.
Y yo digo, ¿por qué un país como España que ha tenido uno de los tres imperios más grandes en la historia universal (junto con el romano y el inglés) es tan maltratado en cuanto a su historia?
En mi opinión, los españoles siempre hemos sido valientes, humildes, honrados y buenos guerreros, pero parece que la historia no tiene en cuenta acciones como las de Guzmán el Bueno en la defensa de Tarifa, la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, la defensa del asedio de Cartagena de Indias por Blas de Lezo, las hazañas del Cid Campeador contra los musulmanes invasores, el freno al avance de los musulmanes por Europa impuesto por Carlos Martell en Poitiers, el valor de los madrileños el día 2 de mayo de 1808, la batalla de Bailén, las victorias de Gonzalo Fdez de Córdoba en Ceriñola y Garellano, la rendición de Breda, el asedio del imperio romano a los numantinos, el aguante de los últimos de Filipinas, la heroicidad de María Pita o el patriotismo de los rehenes del Alcázar de Toledo.
Estos son solo unos ejemplos de los miles que existen en la historia de España, solo unas pocas de las miles hazañas que han protagonizado gentes oriundas de este país. Hazañas que han sido muchas veces olvidadas por la historiografía.
Pero por todos estos hechos olvidados y por las cualidades de las gentes de este país, cada día me siento más orgulloso de formar parte de esa gran historia que es la historia de España y no me avergüenzo al decir que soy español.

Fdo: Ignacio Gutiérrez Gómez-Acebo

miércoles, 1 de febrero de 2012

¿El declive o el auge de Reino Unido?

A pesar de mi aversión hacia los británicos, en estas últimas semanas he de dar mi enhorabuena a James Cameron por sus últimas acciones al frente de Gran Bretaña...

Una de las británicas que mejor supo dirigir el país es una persona que consiguió, gracias a la confianza en si misma, unir a Reino Unido superando problemas como la recesión económica, el desempleo, huelgas sindicales o la guerra de las Malvinas en el 82.
Otro británico al que siempre he admirado y al cual tengo en un pedestal como líder político es Winston Churchill. Para el no tengo palabras...
Por ello, siempre he dicho que ojalá tuvieramos un político en España como "La dama de hierro" y, por supuesto, como W.Churchill. Pero mi pregunta es: ¿podré decir algún día que ojalá tuvieramos un político como James Cameron?.

En la actualidad, el primer ministro británico, se enfrenta a una situación parecida (guardando las distancias).
Se enfrenta a un país dividido, con el nacionalismo escocés en su punto álgido, con problemas económicos y revueltas juveniles que se contagian rápidamente y, casualmente, Argentina está intentando un bloqueo marítimo en las Islas Malvinas.
A pesar de todo esto, estoy seguro de que Cameron sabrá hacer frente a estos problemas y algún día podré decir: "Ojalá tuvieramos en España un político como él".

Fdo: Ignacio Gutiérrez Gómez-Acebo